Hay un sueño de Dios para vos…
- Juan Manuel Canevello
- 31 dic 2017
- 2 Min. de lectura

Cada uno de nosotros fue creado por Dios a imagen y semejanza, único e irrepetible. No hubo, no hay, ni habrá nunca en la historia alguien igual a vos. Nos creó con un sueño dentro grabado en lo más profundo de nuestro interior.
No somos consecuencia del azar ni estamos por casualidad en este mundo sino que somos fruto del amor. Alguien nos pensó y nos creó por amor y esto le da un sentido y una misión única y extraordinaria a nuestra presencia en el mundo.
¡Vos sos muy valioso para Dios, no da lo mismo que estés o no estés, justamente porque eres único eres irreemplazable, y lo que sos y tenes para dar a este mundo también es único!
Él nos creó varón, mujer con características propias y complementarias, ambos con la misma dignidad de hijos. Por eso cada cual es libre y posee la maravillosa capacidad de amar que nos conduce hacia la felicidad.
La persona humana es una unidad sustancial, de cuerpo y alma. Piensa, siente, elige. Su alma posee dos facultades espirituales, la inteligencia y la voluntad. La inteligencia busca conocer la verdad. La verdad sobre nosotros, sobre lo que nos rodea, sobre Dios, sobre el por qué y para qué de nuestra existencia. La voluntad conjuntamente busca decidirse, elegir lo bueno para mi “aquí y ahora”, y dentro de lo bueno lo mejor. Toda la vida espiritual y emocional del hombre tiene una manifestación corpórea. Nuestro cuerpo entiende, siente, elige por eso decimos que es una unidad inseparable con el alma.
Te hizo libre para amar y ser feliz.
La libertad del hombre es la capacidad de autodeterminarse según su propia naturaleza humana, es decir, según su propio modo de ser. La libertad es un don, o sea un regalo de Dios pero a la vez una tarea. Uno es responsable de conocer su verdad y de elegir en cada acción su propio bien.
Estamos llamados a ser la mejor versión de nosotros mismos. Somos lo que elegimos.
Tu horizonte es el abrazo con Dios
Cada uno tiene como horizonte la comunión eterna con Dios. Ese es nuestro fin último. No es la muerte la última palabra. Fuimos creados para ser felices plena y eternamente. Aunque sea algo difícil de creer en estos tiempos escépticos, todo nuestro ser grita Vida.
Algo salió mal en el camino
Claro que la armonía inicial con la que fuimos creado, se vio ofuscada por el misterio del pecado original, dando lugar a una triple ruptura en cada persona humana: con Dios, consigo mismo, con los demás y su entorno. De ahí que quedamos inclinados (no determinados) a la mentira y al mal.
Nos volvió a elegir
Pero el plan de Dios nunca fracasa. Él redoblo su apuesta. Dándonos a su propio Hijo como Salvador y Redentor. Dios nos salva del sin sentido y la esclavitud interior por medio de su Hijo Jesús.
Por medio del bautismo Dios nos perdona, nos restaura y nos fortalece. Nos hace parte de la familia de la Iglesia, hijos de Dios, hermanos de todos los hombres.
Ahora nos invita a hacer realidad este sueño, no solos, juntos… ¿Te animas?
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